Mirando de reojo
La señorita seria de más allá se sentaba contemplativa todas las tardes a ver cómo las pelusas volátiles de ayer pululaban aún por el aire que cubría su habitación.
¿Qué será lo que traen las pelusas?, se preguntaba (nótese la mala redacción del guión en el autor). Nunca supo y nunca dio con el resultado de aquel cuestionamiento que le causaba tanta comezón interior.
Pronto alquien diría que esas pelusas venían cada mañana desde la cama del soñador. No recuerdo si fue Cortázar, Rulfo, Sábato o ninguno de ellos. La cosa es que ella los envidiaba y mucho. ¡Qué ganas de apoderarse de la pluma de esa forma!. Repetía desde su corteza cerebral.
Las pelusas efectivamente vienen de las mañanas... directamente desde su cama señorita seria de más allá. ¿Qué es que acaso no se da cuenta?.
Todo ese enjambre de pelusas se trata de sus sueños, de todo el montón de pensamientos nocturnos que invaden su cabeza y que debería aplicar en su vida de vigilia.
Señorita seria de más allá. Hágalo, tome el lápiz y escriba. Agarre cuánta pelusa pueda y póngase a escribir. El papel la llama.
No. No tengo ánimos. Se me hace una bola de nieve todo esto. Un enredo de tallarines.
Entonces, cierre los ojos, contemple y con la punta de su nariz toque las pelusas, siéntalas. Escriba de usted señorita seria de más allá. Escriba de usted, de su boca, de sus ojos, de su piel. Siéntese y hágalo.
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