Una chancha sonrisa
Los rayos del sol pegan fuerte sobre el pavimento. El sonido de una radio suena fuerte a lo lejos y las limonadas se venden por montones en la esquina de una casa con rejas blancas.
Los rayos del sol pegan fuerte sobre el pavimento. El sonido de una radio suena fuerte a lo lejos y las limonadas se venden por montones en la esquina de una casa con rejas blancas.
La cumbia dice algo como: "Yo te voy a regalar papito un peluquín...". El sol pega fuerte en las cabezas.
En la calle hay un cerdito que sonríe sin cesar. Hoy no es su día; sólo es tiempo de reír. Su dueña lo cuida mucho. Todas las mañanas lo acerca a la ventana para que tome aire y le da agua con un algodón.
- Éste es el más delicado de todos. Me lo trajeron desde Europa.
- ¡¡¡Oh!!!
El cerdito era el orgullo de su dueña. Si hasta el plumero le pasaba para desempolvarlo todos los días por la tarde, al esconderse el sol. Después de eso, lo tapaba con una manta.
- El frío puede descomponerlo.
Y así era la vida del chancho sonriente. Su cara lo delataba todo: felicidad extrema. La chancha felicidad.
A pesar de todo aquello, las hojas del calendario no supieron favorecer al cerdo, quien en vista de las circunstancias, no pudo resistir los embates del destino.
Una jugarreta de la vida. La misma doña que con cautela todos los días lo asomaba a la ventana, con su codo, el mismo que se embetunaba todas las noches con crema, pasó a llevar al cerdito, quien dando botes en el suelo, se quebró en mil pedazos de cerámica europea.
Las rosadas piezas terminaron con la sonrisa del chacho. Ahora, es la pala y la escoba quienes hacen la labor. La chancha sonrisa se fue al tarro de la basura.