domingo, julio 31, 2005

Orejas de pescado


Hablándole a una helada pared

¿Siempre fue sólo un juego?. No tengo mucho qué decir al respecto, sin embargo, lo que recuerdo y que vale la pena mencionar es que hay ocasiones (sólo algunas en mi caso) en que uno está cien por ciento seguro de lo que quiere, sin que las dudas y los arrepentimientos vengan ni siquiera a visitar la conciencia para remecerla y hacer que uno "se eche para atrás".
El problema viene cuando al otro lado del espejo, aquella sombra se convierte en un gran témpano de hielo: impenetrable, frío, sordo.
Tratar con él era (casi) imposible. Los gritos y sobre todo las ofensas se apoderaban de su boca para ametrallar contra la sombra afable, aquella que siempre estaba ahí para darlo todo, incluso la vida.
Creo que nunca he odiado a alguien, sólo he sentido incluso náuseas frente a ciertas personas, que más que eso son frente a ciertas "¿virtudes?" las que me provocan un revoltijo único en el estómago.
Ahora puedo decir que sentí alguna vez la repugnancia y odio por alguien. Las lágrimas cayeron en forma gratuita. No las mereció nunca.
Pd: las cosas se dicen frente al espejo. De hecho, de mi boca han salido bastantes, todas en vano.

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