Juntos pero no revueltos
Dentro de la caja de cartón había dos botones. Uno de ellos imponía respeto, incluso miedo. El otro sin embargo, era débil y jamás podría pensarse de él nada más que cansancio, sueño e inquietud.
Ambos botones estaban tan solos que de sus orificios emanaba frío y una triste melodía de violín.
Dentro de la caja de cartón había dos botones. Uno de ellos imponía respeto, incluso miedo. El otro sin embargo, era débil y jamás podría pensarse de él nada más que cansancio, sueño e inquietud.
Ambos botones estaban tan solos que de sus orificios emanaba frío y una triste melodía de violín.
Solos. Así estaban. En ninguno de los cuatro vértices de la caja existía otro elemento. Cartón y botones.
A pesar de que el receptáculo estaba abierto, los botones no veían más que un cielo blanco, sacado de una escenografía teatral.
El viento y el frío generado por sus orificios congelaba hasta la más mínima disntacia entre ellos. No había nada en el mundo que pudiera acortar las distancias.
¡Cómo no aparecer en ese instante una aguja y un trozo de hilo que permitiera su unión!
¿Cómo es posible que dos elementos que provienen del mismo mundo no sean capaces de enfrentarse el uno con el otro?
Fotos: Google